En Suecia se ha pasado de un Estado del
Bienestar de los años 90, empeñado en controlar cualquier decisión de los
ciudadanos, a un capitalismo del Bienestar actual, en el que se demanda la total libertad de elección. Conservando
unos servicios sociales envidiables, se ha promovido la responsabilidad pública, el pluralismo y la
libertad de decidir para los ciudadanos.
Según recoge el economista Mauricio Rojas en un estudio titulado El futuro del estado del Bienestar a
la luz de la experiencia de Suecia "los niveles de gasto público,
carga tributaria, transferencias en ingresos, monopolio estatal sobre la
seguridad social y diversas áreas de servicios del bienestar (salud, educación,
asistencia social, cuidado de niños y ancianos) no han sido nunca igualados por
otro país democrático en tiempos de paz. Por eso, Suecia ha sido un modelo para
los entusiastas del Estado
del Bienestar sin límites".
Suecia cuenta con escuelas públicas (municipales)
o privadas, además de un sistema semejante al de la enseñanza concertada. Las
escuelas privadas se denominan independientes, son gratuitas y reciben un subsidio municipal
por cada alumno, pero están gestionadas por una empresa, fundación o
asociación. El 12% de los alumnos de educación escolar obligatoria y el 24% de bachillerato
acuden a colegios independientes (concertados).
Odd Eiken,
Vicepresidente de la red de colegios Kunskapsskolan y exsecretario de Estado de
Educación en 2011, explicaba en una entrevista para XL Semanal en qué consistía el cheque escolar sueco: "El Estado
da un cheque por cada hijo. La cantidad oscila entre 6.000 y 7.500 euros
anuales, dependiendo del municipio. Todas las familias del mismo municipio
reciben la misma cantidad, da igual que su renta sea alta o baja. El cheque
cubre al menos el 85% del coste de la escuela. Se puede elegir la que más
guste, sea pública o privada. Cuestan
casi lo mismo. En los años 90 introdujimos en Suecia el sistema de bonos. El
Estado entrega a los padres una cantidad de dinero por cada hijo en edad
escolar, que sirve para abonar los gastos del colegio donde elijan
matricularlo, sea público o privado. Fue una medida muy controvertida. Pero hoy
se considera un derecho de las familias y la apoya tanto la izquierda como la
derecha. Los padres eligen cole. El bono escolar permite a las familias elegir
colegio con libertad ¡y obliga a nuestros centros públicos y privados a
competir y mejorar su servicio!".
En Suecia, el salario se regula en los convenios colectivos
mediante un acuerdo entre empleadores y organizaciones sindicales para cada
sector. En la mayor parte de los convenios colectivos aparece que, la
jornada laboral, será de un máximo de 40 horas semanales, aunque puede haber
excepciones. Además, la
edad de jubilación es a los 65 años, pero se tiene derecho a trabajar hasta los
67.
El
contexto que rodea a una determinada cultura escolar resulta decisivo para el
sistema educativo en cuestión. En el caso de Suecia, el monopolio público de la
educación se debate en los últimos años por la incursión de escuelas independientes
que dan respuesta a la libertad de elección y, al mismo tiempo, pretenden
garantizar la igualdad de oportunidades sin estar condicionada a factores
socioeconómicos. En el caso de España, el debate se centra en la coexistencia
de dos redes educativas (pública frente a privada/concertada) en el sistema, lo
cual presenta múltiples cuestiones que han de afrontarse: el desigual
porcentaje de alumnos problemáticos entre unos centros y otros, la masiva
incorporación del alumnado inmigrante en la red pública o la encubierta selección
socioeconómica del alumnado en algunos centros privados/concertados.
La
distribución del alumnado inmigrante, escolarizado mayoritariamente en la red
pública de enseñanza, exige reflexionar sobre el principio constitucional de
igualdad de oportunidades con el que se impide clasificar a los alumnos y a los
centros. A pesar de que se han realizado avances en términos de equidad, la
calidad educativa precisa de mejoras (SCHLEICHER, 2008). En todo caso, la
importancia que otorga Suecia a la tarea educativa se demuestra a través de la
inversión que realiza en este ámbito (7,47% del PIB), una de las cifras más
altas de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo
Económicos), muy por encima de lo que España destina a este ámbito (4,28% del
PIB).
En
lo que atañe a la estructura administrativa, cabe destacar que en España se ha
emprendido el camino hacia la descentralización. Un gran desafío en este
sentido sería el de garantizar un reparto equilibrado de las competencias
educativas y de los recursos necesarios para ejercerlas, así como la adopción
de decisiones cercanas a la ciudadanía. Esta proximidad debería convertir a la
escuela en el pilar básico de la comunidad educativa, alejada del modelo escolar
burocrático que resulta, en muchas ocasiones, ser incapaz de dar respuesta a
las demandas particulares de cada centro docente. La LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa) pretende
fomentar la autonomía de los centros impulsando planes de calidad desde los que
conseguir su especialización en determinadas áreas. Sin embargo, cuestiones como
la estructura funcionarial de la enseñanza pública pueden obstaculizar una
auténtica autonomía de centros en lo pedagógico, lo curricular, lo
organizativo, lo económico y hasta la contratación de personal (ROCA, 2008).
Respecto
a la formación del profesorado en España, cabe mencionar la formación inicial
desde un nuevo diseño educativo con el que paliar las carencias específicas del
profesorado (CARBONELL, 2009), innovación que, al igual que en Suecia, requiere
la debida habilitación del profesorado. En cuanto a la formación permanente,
nuestro país ha sido testigo de una pobreza de auténticas políticas de
formación, respondido más bien a estructuras burocráticas y rígidas. En cuanto al
ejercicio profesional, la inestabilidad de las plantillas dificulta
notablemente la continuidad y coherencia del trabajo en común e impide con
frecuencia la consolidación de equipos docentes y su compromiso en proyectos de
actuación en los centros. Este malestar entre los docentes se traduce en una
actitud pasiva, y en ocasiones hostil, hacia la renovación y los cambios que
pueda introducir cualquier reforma educativa.
No
obstante, esta crisis profesional también afecta a Suecia, país en el que ha
disminuido tanto el estatus como el interés por ser profesor, según confirman
los últimos estudios al respecto. El desánimo personal y también profesional
lleva a los docentes de hoy a afrontar en solitario los problemas que surgen en
las aulas, desprotegidos por la institución y desarropados corporativamente
(PRATS y RAVENTÓS, 2005).
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